En algún momento de su historia fue gloriosa, pero eso ya no sirve, salvo para vender entradas. Su maquillaje está agrietado de tanto tiempo ya y toda ella huele a cuerpo viejo. No, no me excita en absoluto, no puedo desearla; sólo soportarla con fastidio. Cuando estoy dentro, me transmite su frigidez, su alma vacía y desapasionada; su aburrida neurastenia y su sordo murmullo de quiméricas glorias pasadas. Ella, «la innombrable» sólo es pasado, y es imposible vivir en el pasado sin haber muerto ya.
«…también los deseos fallecen y hay que enterrarlos…» Antonio Tabucchi