En «la innombrable» habita la religión católica, en sus calles y rincones, en todas partes. Es una ciudad que tiene capas y capas de adherencias místicas; está impregnada de ese olor, de esa atmósfera viciada por polvo humedecido de lágrimas y tristeza. Está en el aíre, en las sombras de sus calles, en los umbrales de sus puertas, en el fondo de sus corredores, agazapada en las penumbras de sus rincones, en sus gentes; en todas partes. Está de noche y de día, a todas horas.
«Todas las religiones son cruzadas contra el sentido del humor».
Cioran