Estas dos personas SOLAS, sentadas cerca pero ignorándose, están situadas al margen (también de la fotografía). A ella no la conozco. La observo y me parece que está muy contenta con lo que está ocurriendo (aunque no lo parezca). Probablemente viene de alguna penumbrosa y pequeña casa muy católica, o quizá de alguna sacristía donde limpia el polvo dos días a la semana. Un cura vestido de gala, que pasa por allí, la saluda afectuoso y charla con ella. Le gusta, porque sonríe mucho. Poco después, el cura se va a lo suyo y su rostro se ensombrece, quizá porque ESTÁ SOLA.
A él sí le conozco (sólo de vista), desde hace mucho tiempo. Siempre está en la calle y durante años llevaba con él un perro o dos, de los que nunca se separaba. Ya no tiene perros, ahora ESTÁ SOLO.
PS: treinta y seis días después de haber realizado esta fotografía, y treinta de haber escrito el texto anterior, el trece de julio, este hombre murió al caer desde uno de los torreones de la ciudad.