En los juegos de equipo fue aún peor; me acomplejaba mi torpeza. El problema no era tanto de pericia como de inadaptación a hacer algo con los demás. Era incapaz (y lo sigo siendo). El grado de tensión que me producía compartir el mismo objetivo con otros, anulaba cualquier movimiento sensato que pudiera hacer. En el deporte había tanta sociabilidad que a mi no me podía salir bien (al baloncesto nunca intenté jugar, lo digo por la fotografía de hoy)
3 SEPTIEMBRE 2007
© 2007 pepe fuentes