Dos cámaras, dos películas, dos ojos y un viaje. Me gustaría hablar de las fotografías del viaje (todas las que aparecerán lo son, excepto una). Son el viaje mismo. Sin mis viejas cámaras no hay viaje y sin viaje no hay fotografías. Yo transporto las cámaras y los ojos. Conmigo: Ella, que me lleva de la mano. Sin su compañía no hay viaje, ni fotografías, ni escritura, ni nada. Cada vez estoy más débil y más jodido, pero mientras pueda viajar y por lo tanto fotografiar y luego escribir, todo está bien, y sobre todo con Ella, porque si no:
ni viajes, ni fotografía, ni escritura, ni nada.
Cada vez hago «peores» fotografías pero cada vez me gustan más mis «peores» y «viejas» fotografías, las de hace tantos años, las de hoy y las de mañana. Siempre se fotografía igual si son verdad; si no a la mierda, no valen nada. Sólo deseo que cada día sean más YO, eso es lo único que me importa. A las pretensiones artísticas que las «zurzan con hilo verde» como dice Javier Tomeo.