La tipa decidió que mi trípode había que facturarlo en otro sitio: era un objeto sospechoso (ya lo creo), y que además había que pagar por él (como no tenía la tarifa para trípodes no nos la aplicó, o quizá, sencillamente, porque no existe); pero la tipa estaba por joder, aunque todavía era muy temprano, ¡qué no haría después, con todo el día por delante! La debimos caer tan mal como ella a nosotros y decidió «putearnos» llevándonos lejísimos, por espacios penumbrosos, hasta una cinta transportadora solitaria en la que me hizo dejarlo. Apenas si se adivinaba la abertura que lo succionó, sólo, sin otros trípodes que le acompañaran y nos consolaran (el trípode ha viajado por muchos aeropuertos y era la primera vez que le discriminaban de esa manera). La tipa se fue sin despedirse, ya había hecho la primera faena del día (supongo, eran las cinco de la madrugada). Nos quedamos unos instantes perplejos y preocupados, mirando la cinta que, una vez que transportó a la víctima, se paró y oscureció un poco más. Nos dimos la vuelta apesadumbrados; pensamos que no lo veríamos más.
4 OCTUBRE 2007
© 2007 pepe fuentes