Llegamos a Chicago a primera hora de la tarde; Jackie nos esperaba, Cañizares no (el funcionario de control de entrada, hispano y muy simpático: nos entendimos bien). Afortunadamente el trípode abandonado llegó y el reencuentro me produjo una gran alegría, aunque me contrarió perder mis gafas de sol en el avión. En fin, la felicidad nunca es completa. En Chicago, los días siguientes, caminamos bastante. Siempre lo hacemos. Es una ciudad tranquila, al menos por los lugares por los que transitamos. No somos muy originales en esa ciudad: la Avenida Michigan, las inmediaciones del Río Chicago, el lago y el Parque Millennium; sí, ya sé, es lo más fácil, pero nos gusta. Estas chicas bailaban mientras las filmaban; yo quise fotografiarlas con mi vieja cámara grande y ella, por lo que fuera, se negó a funcionar. Recurrí a mi vieja cámara pequeña e hice esta fotografía y alguna otra. Me enfadé mucho con mi vieja cámara grande; pero luego, la mimé un poco, Naty también, y volvió a funcionar como si nada. Nos reconciliamos. A veces me olvido que este mes cumple 25 años y que de vez en cuando reclama atenciones.
6 OCTUBRE 2007
© 2007 pepe fuentes