Tres días y tres noches en Nueva Orleáns, o más bien en el French Quarter. Durante el día, arrastrando el equipo por calles y más calles: calor, sudor y la excelente cerveza Blue Moon para aliviarnos de tanto esfuerzo. El cementerio San Luís I: pequeño y laberíntico, ofrecía texturas viejas, blancos rotos y formas misteriosas. Fue fotográficamente apasionante: tuve la sensación de haber encontrado uno de mis motivos. En esos momentos el mundo y todo lo que me rodea se pliega a mi mirada: fotografío rápido, siento la cámara, sus formas y su peso entre las manos, y me siento feliz metiendo la cabeza y la mirada en el visor y penetrando a través de ella en lo que tengo frente a mí. Es una experiencia enervante en la que no existe otra cosa que la luz, los encuadres, la cámara y mi mirada furiosa e inquieta. Me adentro en una especie de trance incontenible. Cuando termino, me invade una tranquila satisfacción. Suele ser tiempo perfecto, redondo, intenso. Ese día hacía un calor sofocante que casi impedía respirar; cuando terminamos, en un bar cercano, unas cervezas heladas. Sí, creo que el placer existe a veces: nos acompañó en Nueva Orleáns, ese día, por la mañana.
10 OCTUBRE 2007
© 2007 pepe fuentes