A Memphis, Tennessee, en coche de alquiler. La elección fue más bien estratégica, aparecía como parada lógica en nuestro itinerario. Bueno, también estaba el asunto de Elvis Presley, aunque la mitomanía no forma parte de nuestras manías. El caso es que ya que habíamos llegado tan lejos, cómo no acercarnos a Graceland, lugar de peregrinaje como otro cualquiera: todos se parecen en el culto a las reliquias y liturgias obsesivas. Fuimos y confirmamos lo que ya sabíamos: la genialidad de Elvis sólo tuvo reflejo en sus canciones, de lo demás mejor no hablar.
11 OCTUBRE 2007
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