Interludio: después de cenar decidimos explorar un poco la noche. En un bar de copas, apoyados en la barra delante de un bourbon, comentábamos las incidencias del día. De pronto, noto que alguien me acaricia la espalda, me vuelvo pensando -yo que tú no lo haría, forastero- (aunque el forastero era yo, obviamente) y me encuentro con una mujer de unos cuarenta años, de cara interesante. La miro interrogante; ella se sorprende y se apresura a pedirme disculpas. Yo a mi vez, también me apresuro a decirle que no se preocupe, que había estado muy bien. Entonces, un tipo que había a mi lado, se presenta diciendo que el destinatario de las caricias en la espalda era él y no yo: parece ser que era una cita a ciegas (más o menos), y ella se había equivocado de tipo (aunque yo prefería que la hubiera traicionado su deseo). Celebramos la confusión con ambos, tomando una copa y bromeando.
23 OCTUBRE 2007
© 2007 pepe fuentes