Wiliams, Arizona. Pequeño pueblo en las inmediaciones del Gran Cañón. Llegamos lloviendo a un hotel que parecía confortable (y lo fue). Me quedé en el coche esperando noticias sobre si había habitación o no, y entonces vi a una mujer de unos cuarenta años que salió del hotel y se dirigió corriendo a su coche a coger o dejar algo. Al volver me fijé en ella, tenía una cara peculiar, ni guapa ni fea, sólo especial. No sé por qué, la observé con curiosidad; había algo en ella que me llamaba la atención. Entonces, Naty, me informó que teníamos habitación y que la mujer a la que yo había visto correr, mostró en recepción tres envases de película de 35 mm (sí, los tradicionales recipientes negros de tapa gris) y pidió que se los guardaran en una caja fuerte. Durante el resto de la tarde noche me venía a la memoria: ¿serían rollos fotográficos? Y si lo eran, ¿serían en blanco y negro o color? O eran diamantes guardados en esos recipientes también útiles para cualquier otra cosa (yo los utilizo para guardar el cloruro de oro de los virajes). Me habría encantado conocer el secreto. También me preguntaba, si yo tuviera que guardar algunos rollos, ¿cuáles serian? Qué fotografía latente merece ser guardada en una caja fuerte? Podría haber intentado robarlos, pero para qué, si luego no me hubiera atrevido a revelarlos. Tal vez era la mejor fotógrafa del mundo, a la que yo no conocía y me traía sin cuidado, porque para mí la mejor es ELLA. No obstante, qué lástima no haber descubierto el secreto de los rollos, porque quizá contuvieran las mejores fotografías de todos los tiempos del Gran Cañón. No sé, a lo mejor sus negativos eran áureos o diamantinos, quizá….no sé.
28 OCTUBRE 2007
© 2007 pepe fuentes