5 NOVIEMBRE 2007

Después del entrañable encuentro con recuerdos cinéfilos fuimos a dormir a Blastow. Cenamos en un restaurante mexicano de decoración chirriante y sabores rotundos. Más tarde, buscamos un sitio para tomar nuestro Bourbon (no es fácil en pueblos pequeños). En un bar muy amplio, con una pista de baile también considerablemente grande, en torno a veinte o treinta personas, hombres y mujeres de mediana edad, bailaban música popular con unas coreografías acompasadas: todos marcaban los mismos pasos, con exactitud y disciplina. Las parejas de baile se intercambiaban con cada canción. Los observamos encantados: eran bailarines experimentados. A las diez de la noche todos se fueron retirando (a pesar de que era viernes) y el bar quedó semivacío. Al día siguiente teníamos previsto hacer varias paradas que habíamos señalado en el mapa como deseables (más o menos). Todas fueron desencuentros; sencillamente los sitios o no estaban o no los localizábamos: renunciamos a buscar y nos dejamos llevar hacia la costa.