(dieciséis horas). Vuelvo; pero la comida no me ha ayudado demasiado. Suelo comer sólo y no me ocupo de exquisiteces gastronómicas; claro, eso no contribuye a iluminarme, por lo que sigo bastante oscuro y desenfocado. Creo que dejaré por hoy el dichoso blog (o impresiones; que ya ni siquiera recuerdo cómo se llama). No me gusta volver por lo ya hecho, por caminos ya transitados, o por relaciones en las ya ha acabado todo, con personas con las que ya no hay intercambios vivos posibles. Puede permanecer un cierto afecto alimentado de recuerdos polvorientos, pero si no se ventila con aire fresco que nos ayude a vivir mutuamente, no sirve de nada. Esa es la razón de que tantas relaciones se mueran y otras ni siquiera nazcan, cuando ya a nadie nos queda tiempo para casi nada. El asunto es: yo te doy, tú me das y el negocio es bueno para ambos, si no, mejor dejarlo; no podemos perder el poco tiempo que nos queda. En resumen, estos últimos días he vuelto al blog, porque no tenía nada que contar, y quizá vuelva otro día que tampoco, aunque el blog ya esté condenado al limbo: ese espacio tan literario, o tal vez poético, que Ratzinger (hombre poderoso, emparentado con el mismo Dios), ha decidido hacer desaparecer; ¡curiosa paradoja condenar al vacío de la inexistencia lo que ya lo era! (supongo). Semejantes prodigios sólo pueden hacerlos hombres como Ratzinger.
10 ENERO 2008
© 2006 pepe fuentes