Chicago: cuatro de enero de dos mil ocho, dieciséis horas y un minuto:… estaba haciendo algo, lo que no me había imaginado es que tuviera intención de fotografiar. Quizá le induje la idea ya que yo llevaba mi cámara grande perfectamente visible. Cuando se cruzó conmigo, creo que supo que le fotografiaría, pues cuando terminó de hacer su foto, se volvió hacía mí y me miró, no sé si desafiante o interrogante; como diciendo ¿qué pasa contigo? Me intimidó un poco, no por su actitud, que me traía sin cuidado, sino porque me pareció que entendió mi juego y eso no me gustó. No me atreví a levantar la cámara y hacer una tercera fotografía mirándome abiertamente. Lo que podría haber ocurrido a partir de ese momento nos lo hemos perdido todos.
3 FEBRERO 2008
© 2008 pepe fuentes