Tengo poco tiempo, la nada me tiene muy ocupado, pero hice un hueco en mi vacía agenda (ni siquiera tengo), y muy temprano me fui a fotografiar el dichoso mensaje. El río seguía igual: angosto, brumoso, gris tirando a negro, y frío. Subí un cuesta muy pronunciada, pisando hierbas heladas y resbalando de vez en cuando; llegué a una cima en la que la ciudad está a la altura de los ojos, con el río de por medio, y allí esperé a que saliera el sol. Primero iluminó la ciudad; noté que algunas sombras misteriosas se cernían sobre ella (es una ciudad incomprensible, pero a mi me da exactamente igual), y fotografié, aunque no fuera mi propósito, pero así me entretenía mientras esperaba a que el sol se dejara caer por la pendiente hasta llegar al dichoso mensaje.
5 FEBRERO 2008
© 2007 pepe fuentes