Tampoco eso es completamente cierto: sirve, tal vez, para que mi culo no engorde demasiado y mi cabeza no se pare del todo (por el momento sólo cae en lapsus temporales). También para que Ella no se aburra completamente conmigo y para que yo pueda mantener un raro y precario equilibrio existencial. Ah, y ahora para que Lucía Mae, la hija de mi hijo, algún día pueda leer todo esta confusión e insustancialidad y conozca uno de los caminos que han conducido a su vida. A mi me hubiera gustado mucho saber del pensamiento y actitud con la que mi abuelo, José Fuentes Maseli (el señor Pepe, como se le conocía), se enfrentó al mundo y resolvió las cosas importantes (también las pequeñas) de su vida. Pero eso ya no lo sabrá nunca nadie. Qué triste es la pérdida total de la memoria
9 FEBRERO 2008
© 2008 pepe fuentes