No terminamos nunca. Sabíamos que era una obra que supondría un gran esfuerzo, eso sin duda, pero deseada y necesaria; estábamos impacientes por iniciarla. Ahora, después de días, semanas y meses de grandes esfuerzos, cuando parece que la culminaremos, porque ya vemos las formas, los espacios, las dimensiones, inesperadamente, hay desajustes, excesos, desequilibrios que no habíamos previsto, y se cae parte de lo construido: hay que empezar de nuevo. Estamos empeñados en una obra grande (quizá demasiado), compleja y agotadora. ¿Para qué? me pregunto, al final de cualquier día, sobre todo los que estoy muy cansado, después de llevar horas y horas acarreando material.
12 FEBRERO 2008
© 2006 pepe fuentes