Pues porque no hay más remedio que terminar, no hay vuelta atrás, me digo, bajito, con un hilo de voz. No, no tengo el entusiasmo y la determinación del comienzo. El desánimo y la desorientación provienen, no sólo de las varias veces que hemos tenido que reconstruir lo ya terminado, sino la intuición de que cuando termine (sí, creo que esta obra vamos a conseguir acabarla), pensaré, inevitablemente, que podríamos haberla articulado con otras formas. Los materiales no se pueden cambiar, son lo que son y no hay otros, no hay más; pero la disposición admite muchas combinaciones y eso es una locura.
14 FEBRERO 2008
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