Estos últimos días me estoy poniendo pesado con lo de la “infancia infeliz”, pero no es un recurso “literario” para disimular la falta de contenido de lo que escribo. La infelicidad de mi infancia es verdad, rigurosamente cierta, al menos eso creo. Probablemente, comparada con otras más dramáticas sea sosa, sin sustancia, corriente, un asco de infelicidad. Sin embargo, yo la sentí como tal. Quién se atreve a poner medida? Dónde radicó, cuál fue la causa? No lo sé a ciencia cierta, pero no pienso ir a un psicoanalista para averiguarlo y la razón es sencilla: prefiero suponer y utilizarlo como motor de mi actividad actual; porque tendría muy poca gracia que lo descubriera a través del discurso supuestamente psicoanálitico (eso se nota porque pagas), me curara y como efecto colateral o secundario me quedara bloqueado.
14 MARZO 2008
© 1958 pepe fuentes