el año pasado ya hice lo mismo que esta tarde, pero creo que me salió mejor. A medida que pasaba el tiempo, aceleraba el paso, quería aprehender todo, ávidamente (fotográficamente, claro). Estaba encantado ¡cómo me gusta el mercado del arte! me dije, y ya apenas me fijaba en las obras colgadas o arrinconadas, el que estuvieran allí dependía de criterios que yo no entendía (ni falta que me hacía). Asomaba la cabeza a los espacios o galerías, evaluaba la distribución de las obras, la iluminación, si había gente o no, si los galeristas, sentados con aire entre displicente y aburrido, se dejarían fotografiar o no y si la impresión era negativa, salía pitando a la siguiente.
22 MARZO 2008
© 2008 pepe fuentes