-se está haciendo tarde, pensé- . De pronto me sentí muy cansado: llevaba casi cuatro horas caminando como un poseso ajeno a todo lo que allí había: ¿qué coño hago yo aquí?, me dije Antes de irme decidí subir al piso de «más arriba». Lo hice en el ascensor más grande y más lento que he usado en mi vida, –algo es algo- (pensamiento consolador, sin duda). Allí, más arriba, me asusté mucho, porque las obras parecían las mismas que había visto en los pabellones de abajo, pero no podía ser porque eran otras galerías: me paré un momento a recapacitar; avancé con cuidado y sí, muchas me parecían las mismas (o quizá lo fueran), indudablemente era un síntoma alarmante de que el mercado (del arte) se me estaba subiendo a la cabeza.
30 MARZO 2008
© 2008 pepe fuentes