17 ABRIL 2008

no puedo asegurar cómo se llamaba, así que prefiero no arriesgarme a dar su nombre; era del norte (de Europa). Joven, de mirada dulce e intensa y sonrisa a flor de piel. El local era nuevo, no lo conocíamos, era una mezcla de bar de copas y discoteca, decoración grata y bastante gente con ganas de bailar y relacionarse. Lo curioso es que nos presentó a otra mujer joven, que supuse que sería su amiga; pero no, era su madre. Ella, la hija, de poco más de veinte años (su madre tendría poco más de cuarenta), decidió pasarse gran parte de la noche en nuestra compañía, más bien en la mía, porque Ella bailaba y se relacionaba con otra gente. Su madre, mientras, ligaba con un jovencito algo hortera, pero que aparentemente la tenía encantada (a la madre). El amigo del hortera, intentaba ligar con la chica joven, la que hablaba conmigo, pero con poca fortuna. Me dije: creo que debo dejar el campo libre al hortera II; es joven, y además facilitaré que completen los emparejamientos de la noche -madre e hija- . Me alejé discretamente un poco; el hortera II aprovechó y se lanzó sobre la hija, que, al instante tuve a mi lado nuevamente; y así hasta tres veces. Miré conmiserativamente  al  chico, pensando: -a pesar de la ayuda que te estoy  prestando aunque no te des cuenta, lo tienes «chungo» chaval-. La temperatura entre el hortera I y la mamá subía y empezó a intrigarme cómo acabaría esa historia. Pregunté a mi joven amiga de la noche…y me contestó que una cosa era el flirteo de discoteca y otra que permitiera que su madre se fuera a la cama con el hortera I. Me encogí de hombros; no entendía que de pronto el mundo, en Lisboa, a las tres de la madrugada, funcionara al revés. Se fueron; al día siguiente volaban a su país (mañana más sobre la noche en Lisboa)