una vez que se marcharon las simpáticas mujeres del norte, me quedé solo un momento; enseguida apareció Ella en compañía de una chica estupenda que me presentó; pero tampoco me acuerdo de su nombre (menuda noche amnésica). Esta vez se trataba de una italiana, pero vivía en Lisboa. Charlamos y reímos un rato y en el colmo de la desenvoltura llegó a decirme que Verona era más interesante que Florencia (evidentemente, era de Verona); la miré comprensivo, pero no la creí en absoluto. Al rato, como íbamos tomando confianza, la pregunté ¿a qué te dedicas y con quién te levantas por la mañana? Por qué me haces esas preguntas tan personales? me dice -porque son dos de las cosas más importantes en la vida de una persona, casi todo lo demás es superfluo– contesté. Vivo con el que «pincha» aquí (música) y trabajo en una clínica abortista. Bien, dije. ¿Tu eres pro o antiabortista? me pregunta, (la conversación se estaba adentrando por unos derroteros un tanto impropios, a las cuatro de la mañana, en Lisboa). Mira, la contesté muy serio, a mí ya no me queda espacio en la cabeza para plantearme esas cosas; me traen sin cuidado las decisiones que tomen los demás haciendo uso de su responsabilidad y libertad. Es asunto suyo. El local seguía lleno, eran más de las cuatro de la madrugada y yo estaba bordeando el K.O. técnico. Nos fuimos, a pesar de Ella, que hubiera preferido seguir viviendo Lisboa de noche, al menos un rato más.
18 ABRIL 2008
© 2008 pepe fuentes