No me resisto a hablar de otro gran artista del siglo XXI: Ratzinger (que también me mata). El ocho de febrero de este año apareció una noticia en los medios que decía lo siguiente: «el papa (Ratzinger) ha asegurado que el infierno existe, es eterno y no está vacío». Debe ser cierto, sin duda; él cobra mucho por esas performances y no creo que sea un vulgar estafador. Una más: en este caso se trata de un tipo australiano que se llama Sterlac, que hace «body art» y, que en cierto modo, se parece a Ratzinger (que tiene línea directa con Dios); entre los dos podrían montar un negocio de diseño a la carta de nuevos humanos. El tal Sterlac ya ha empezado implantándose una oreja en un brazo. El mismo dice: «me centro en la búsqueda de nuevas arquitecturas anatómicas». Además, el asunto de la oreja en el codo, no es un brindis al sol, sino algo serio: le pondrá un micrófono que emitirá vía internet. Si se asocia con Ratzinger quizá encuentren la manera de hacerlo por vía espiritual o telepática. Este mundo empieza a ser estruendosamente divertido, o estúpido; no sé. Lástima que no tenga fotografías que ilustren estos prodigios, pero sí al menos un bajorrelieve, en Orvieto, del infierno (algo es algo).
30 ABRIL 2008

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