Acordándome de lo que dije antesdeayer sobre el trabajo, recuerdo vagamente los inicios. Como era incapaz de conjugar un verbo, aritméticamente ir más allá de una simple regla de tres, o saber el nombre de los principales ríos del país, y debía dedicar mi vida a algo, mis padres me mandaron a trabajar. Fui a un organismo sindical (de los tiempos de la dictadura) a buscar trabajo y me ofrecieron tres opciones: camarero (la más social), damasquinador (la más artística) y oficinista (la más aburrida). Es obvio la que escogí: la más aburrida, naturalmente.
3 MAYO 2008
© 2000 pepe fuentes