Después de fotografiar con la vieja cámara pequeña, lo hice con la vieja cámara grande. Esta vez, las fotografías de la grande, no me han servido para nada, son horrorosas; las de la pequeña, previsiblemente tampoco, aunque son las que estoy utilizando estos días, hasta que acabe mi quimérico viaje a ninguna parte. Decidí marcharme. El paisaje áspero y vacío empezó a pesar sobre mi estado de ánimo. A las afueras de un pequeño pueblo, por un camino que llevaba a un supuesto mirador (al que no llegué), unos perros persiguieron el coche con ladridos furiosos y una agresividad innecesaria (yo me largaba). Me encontré con otra zona minera abandonada. También fotografié.
13 MAYO 2008
© 2008 pepe fuentes