En el mostrador, me atiende una mujer joven, robusta, vulgar y desatenta. Sus pechos prominentes e insinuantes, aunque poco deseables, se asoman atrevidos al borde de una camiseta de escote profundo. Mientras me atiende mira hacia otro lado y charla con un tipo bajito y feo. No me hace ni caso y lo siento porque a mi me gusta que las mujeres me miren (sobre todo si se dirigen a mi y estoy frente a ellas). Yo siempre las miro, aunque sus pechos sean abultados, carnosos y poco apetecibles. No tengo su fotografía, pero ella de mí sí, me fotografió por lo del permiso de conducir (despacio). Ah, obviamente, la fotógrafa no es la de la fotografía, pero tienen algo en común, estéticamente, claro: ambas me disgustaron mucho.
7 JUNIO 2008
© 2007 pepe fuentes