El problema de caminar por la ciudad propia es que no se puede hacer tranquilamente, como si nada importara, porque no: todo importa demasiado. La memoria trabajando infatigablemente. Veo gente envejecida. Todos envejecidos. El centro de mi ciudad es una pasarela incesantemente ocupada por viejos y viejos que caminan en todas direcciones sin sentido aparente y que a veces hasta se disfrazan. Yo también, aunque no me disfrazo (todavía). Los que pasábamos por las calles hace cuarenta años seguimos siendo los mismos, no ha cambiado nada, salvo nosotros, que ahora lo hacemos como espectros, respirando aire exhausto y contaminado de mantener con vida tanto sin sentido durante tanto tiempo. «Mueren viejos los que los dioses detestan, porque mueren después de haber muerto ya». Vergílio Ferreira
9 JUNIO 2008
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