Si conseguía encontrar un último sauce,
ciego o no,
quizá, podría salvar un día de precario
equilibrio
entre tanta ceguera,
estúpida ceguera.
Los sauces tranquilos
que acarician los ríos tristes,
que rodean las desdichadas ciudades,
grises y absurdas,
por donde deambulamos seres
con nombre que no conseguimos que
nos roben monos piadosos
y que buscamos el último sauce, para un
último negativo que habita una vieja cámara
y que sólo tiene un sentido, hoy:
homenajear la emocionante belleza
que crea Haruki Murakami.
30 JUNIO 2008
© 2008 pepe fuentes