Vi la exposición, sin pretenderlo, muy cerca de una mujer sola; de mediana estatura, delgada, bien vestida y con aspecto interesante. Creo que nos acostumbramos a ir cerca el uno del otro desde la primera sala; procurábamos acercarnos, nos mirábamos disimuladamente de vez en cuando, y si nos alejábamos un poco nos esperábamos. Resultaba excitante. No nos hablábamos, ¿para qué? todo habría resultado muy complicado, supongo. Estábamos en un Museo, ni siquiera era un bar de copas, al calor de la noche. Allí, a mi, sólo me interesaba el discreto juego del deseo imposible. A ella no lo sé.
14 JULIO 2008
© 2008 pepe fuentes