En las exposiciones me gusta mucho mirar a los visitantes que han coincidido conmigo en ese espacio y en ese momento. Algo inaprensible e intangible debe unirnos en ese instante en ese preciso lugar; y quizás no sea sólo el azar, o sí, pero felizmente: compartimos la visión de la misma belleza. Las numerosas personas que veían la muestra no me disgustaron: no podía evitar mirar sus semblantes y los de los retratados hace seiscientos años, alternativamente. Algunos de los rostros de los contemporáneos me parecía que tenían un asombroso parecido con los antiguos. Qué poco ha cambiado el género humano, me dije; y cuanto lo ha hecho el sentido del arte.
17 JULIO 2008
© 2008 pepe fuentes