Llevo todo el día buscando alguna razón para escribir,
o para hacer cualquier otra cosa. La que sea.
Da igual la que sea.
Leo de vez en cuando.
Me levanto y doy una vuelta por el estudio.
Cojo un libro, luego otro y otro, pero no leo ninguno.
Dedico un rato a terminar Peleando a la contra,
de Bukowski.
Me quedan pocas páginas y lo acabaré pronto.
Luego sigo con mi deambular y mi desorientación.
Me digo: –la semana pasada viste una fotografía
que te esperaba, pero ibas sin cámara como siempre-
-Ve a hacerla-, me ordeno. (*)
Me asomo fuera y la temperatura llega a 39 º.
Vuelvo dentro. A la fotografía que la zurzan…
Esperaré un rato, para:
– que haga menos calor
– convencerme de la necesidad de hacer la dichosa fotografía
– sentir deseo de hacerla
– encontrar algún sentido a fotografiar
– que avance la tarde, luego la noche y consiga dormirme; y que llegue mañana, que será aproximadamente igual que hoy, e inicie nuevamente el mismo proceso:
esperar que haga menos calor…convencerme…sentir… encontrar… esperar, siempre esperar.
(*) Era de estos caballos. Días después, allí seguían, esperándome, solos, al sol.