Quería llevarme algo de allí, a toda costa, pero no aparecía. Sólo veía formas y perspectivas identificables sin más. Probablemente me faltaba una historia que contar, pero no tenía ninguna. No, yo no tenía historias allí; casi todas habían sido entregadas al viejo y sabio John Ford. Tantas y tantas contadas en ese mágico escenario; su peso era excesivo para mi mirada y mi vieja Mamiya.
4 AGOSTO 2008
© 2006 pepe fuentes