La Miss, la reina
Coronada, sonriente, sensual.
Ahí acabó todo,
esa tarde,
y para siempre.
Así acabó la brevísima historia
entre el anónimo fotógrafo
y la reina desconocida.
Su apenas esbozada sonrisa
nadie sabe a quién la dedicó.
El encuentro duró unos segundos,
luego,
el fotógrafo,
se perdió con su negativo
y la reina, la Miss,
con su corona imposible.