Jueves: siete de Agosto. En el hotel hojeé una revista en la que había un reportaje sobre una base de aviones de combate en desuso. Intentamos ir, pero sólo conseguimos llegar a un cementerio de aviones, aunque también eran de guerra. Pedimos permiso y nos dejaron mirar y fotografiar. Estuvo bien. Después, la Biosfera 2, un experimento idiota (*) sobre la capacidad del hombre para crear espacios naturales de forma artificial, y además sobrevivir en ellos durante periodos largos de tiempo. Dos horas perdidas metidos en un gigantesco invernadero siguiendo a una tipa pesada, enfática y torturadora de turistas ingenuos, que hacía las veces de guía. Lo que contaba, lo hacía con el énfasis de un predicador. Espantosa experiencia. De ahí a un parque natural de Cactus (Saguaro West).
Nada más llegar, la luz se oscureció amenazadoramente; nubes negras, cargadas de relámpagos se pararon sobre nosotros. Impresionados por la belleza del paisaje y de la tormenta, no nos decidíamos a parar en ningún punto. En esos momentos, la excitación me desborda y no consigo hacer nada sensato. Finalmente paramos, saqué las cámaras y sólo acerté a hacer esta fotografía; inmediatamente después comenzó a llover violentamente. Volvimos a Tucson excitados por la belleza del momento: el mejor del día.
(*) digo idiota porque recrear el mar en una piscina, o una duna desértica con unos matojos resecos, necesitaba una infraestructura tecnológica y energética gigantesca, con unos costes monstruosos y supongo que innecesarios.