Domingo: diecisiete de Agosto. A las nueve iniciamos la última etapa: viaje hacia Miami; cuatrocientos treinta y cuatro kilómetros. Llegamos a las dos, nos instalamos en el Hotel Royal Palm, en South Beach. La persona que nos ayudó con el equipaje nos dijo que estaba a punto de llegar la tormenta tropical Fay. Nos asustamos un poco, más que por seguridad, por el hecho de que nos podía bloquear dos o tres días, justamente los que íbamos a estar allí. Fuimos a dar una vuelta a la playa cercana y sí, el tipo del hotel tenía razón; allí estaba Fay, aproximándose amenazadoramente. Nos preocupó lo que pudiera pasar. Nos acercamos a la pequeña Habana, en Miami. Es una calle con bares y establecimientos diversos, de gente cubana. No nos impresionó, aunque merendamos muy bien, eso sí en un bar argentino. Por la noche estuvimos en un club discoteca con salida a la playa. Mucha gente, toda ella bastante joven y guapa. Nos aburrimos y fuimos a tomar la última a otro que se llama Cameo, en un antiguo Teatro. El noventa y cinco por ciento de la clientela era negra, es decir, blancos, nosotros y tres más, que además se fueron enseguida; blancos sólo quedamos nosotros entre doscientos que no lo eran. La gente de color (negro) de ese bar no nos hizo ni caso, así que nos fuimos a dormir.
18 OCTUBRE 2008
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