Miércoles: veinte de Agosto. Fuimos hasta el Zoo, a cuarenta y cinco kilómetros. Nos apetecía mucho, hacía demasiado tiempo que no nos ensimismábamos delante de los animales. Mirar y mirar los movimientos cadenciosos e indiferentes de esas criaturas, apartadas de su medio natural, es hechizante, y fotografiarlos en los artificiales escenarios donde los colocan, es una experiencia fascinante e inquietante al mismo tiempo. Por la noche, lo de siempre, procurar encontrar los mejores sitios para continuar con la observación de las criaturas, esta vez humanas y en escenarios propios a ellas; ah, y si son bellas (las criaturas), mucho mejor.
21 OCTUBRE 2008
© 2008 pepe fuentes