El otro día fui a Madrid, a resolver asuntos relacionados con la fotografía, como por ejemplo reparaciones de averías y compra de antigüedades: una vieja cámara (Canon A1) que sustituya a la que lleva conmigo desde 1980, que ya padece múltiples roturas sin solución. Ya no puedo hacer nada por ella, salvo guardarla cariñosamente. Ha realizado miles de fotografías para mí y, aunque aparentemente de forma mecánica, ella tenía alma creativa y me ha regalado muchas que yo no esperaba. La he colocado en una vitrina que tengo enfrente de mi mesa de trabajo, así la veré frecuentemente como aparece aquí, sin objetivo, ciega y desvalida, después de tantas batallas libradas con la opresiva «realidad».