Ayer quedamos en que el fotografiado debe también responsabilizarse del retrato: Imaginariamente, la Fotografía (aquella que está en mi intención) representa ese momento sutil en que, a decir verdad, no soy ni sujeto ni objeto, sino más bien un sujeto que se siente devenir en objeto: vivo entonces una microexperiencia de la muerte (del paréntesis): me convierto verdaderamente en espectro. R. B. No todos los que aceptan colocarse frente a una cámara (supuestamente de autor), asumen la experiencia hasta el grado expresado por Barthes, aunque sería deseable; sin duda el retrato ganaría en intensidad. El fotógrafo busca ese clímax, yo al menos, pero tampoco puedo dar una conferencia previa a la toma. ¿Qué hacer? -supongo que buscar la tensión de forma indirecta, sin desdeñar crear un ambiente relajado (pero menos), donde el fotografiado se sienta cómodo y se exprese de forma natural-. También podría poner un cartel en la puerta de mi -habitación de retratar- o colgado en la pared, con una serie de normas, como por ejemplo -silencio, artista trabajando– o -mira al objetivo e intenta reconocerte un poco– En fin, cosas así; un decálogo virtuoso del buen retratado.
14 DICIEMBRE 2008
© 2008 pepe fuentes