El plan de trabajo será el siguiente: primero mis amigos (5), luego otras personas, las que me interesen y consiga convencer. También puede haber voluntarios desconocidos para mí (casi todo el mundo lo es), pero no para ellos mismos, porque si es así no me valdrían (aunque casi todo el mundo nos desconozcamos un poco). Podría ser fácil, los candidatos a la posteridad tan sólo tendrían que contactar conmigo y negociar: como si se tratara de una sesión de psicoanálisis, pero más divertida, y además quedaría la fotografía, que, por su contradictoria naturaleza, nos evita la procelosa y engañosa memoria. Ya sé que no es sencillo, porque la cámara es un poderoso instrumento de revelar conflictos y desvelar secretos, pero siempre será mejor -hacer para vivir, que no hacer y desvivir- Pero no conviene dramatizar, después de todo uno se puede sentir tremendamente satisfecho de la apariencia con la que aparece en un retrato, si coincide con su imagen ideal. Es improbable, pero no imposible. «Sólo me parezco a otras fotos de mí, y esto hasta el infinito: nadie es jamás otra cosa que la copia de una copia, real o mental (a lo sumo puedo decir que en ciertas fotos me soporto, o no, según si me encuentro conforme a la imagen que quisiera dar de mí mismo». Roland Barthes.
16 DICIEMBRE 2008
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