Como ayer se me acabó el espacio de escritura diario que me tengo marcado, no terminé con el relato del final de la «dichosa exposición». De todas formas, no queda mucho por contar. Cuando entré, comprobé que ya no estaban mis fotografías en las paredes (la exposición había acabado el día cinco), lo que agradecí, porque así no tenía que tomarme la molestia de descolgarlas. Había otras que ni siquiera miré. Pregunté por lo mío y la chica amable y comprensiva me dijo que se encontraban al fondo. Efectivamente, allí estaban apiladas las quince fotografías, pulcramente enmarcadas y solas. Estoy seguro que ni siquiera fatigadas de «tanta mirada», sólo aburridas (salvo la que estuvo frente a la mesa de la chica, porque al menos la veía a ella). En fin, las cargué rápidamente en el coche, y sólo dije a los de la tienda: –adiós, hasta siempre- (no creo que vuelva a veros nunca más, pensé). Ellos, apenas levantaron la vista de sus papeles. A las seis estaba en mi casa, aliviado, empezando a olvidar y a acostumbrarme a mi nuevo nombre: «el desconfiado Mister NO». Fin de la historia.
31 DICIEMBRE 2008
© 2004 pepe fuentes