Esta plaza no me dejó indiferente: nada más pisarla sentí una sensación de amor-odio hacia ella. Me irritaba su anodino y desmesurado tamaño que me hacía sentir vulnerable, desprotegido de vientos e inclemencias. Aunque pareciera una plaza, y además así la denominan los habitantes de la ciudad, a mí me parecía un escenario-metáfora de lo desapacible e inhospitalaria que resulta una ciudad desconocida. Mi cámara sintió lo mismo y después de realizar esta fotografía se rompió. Al mismo tiempo también me resultaba fascinante porque había belleza en ella, aunque no era fácil verla.
8 ENERO 2009
© 2008 pepe fuentes