Aunque hoy, mirando el calendario, parezca dieciséis de enero, viernes (el mejor día de la semana, está repleto de promesas), para mí, en este justo momento en el que escribo estas líneas (sin inspiración) es tres de enero, sábado, y son las ocho horas veinte minutos. Todavía no ha amanecido del todo. El hecho de que esté escribiendo un sábado, tan temprano, es porque la noche de ayer viernes, acabó casi sin haber empezado: por imperativo categórico no pudimos perdernos por ahí, en la noche del viernes, como siempre hacemos. Esperemos que hoy, sábado, el dichoso e inesperado imponderable nos deje en paz y recuperemos la noche perdida de ayer. Este sillón, en el jardín de la Fundación Serralves, en Oporto, también resultó un imponderable ineludible, pero esta vez gozoso y soleado.
16 ENERO 2009
© 2008 pepe fuentes