…Mari Cruz, tu compañera de toda la vida, tiene los pies en el suelo, es generosa e indulgente con tus arrebatos de ilusión desaforada, tu sempiterno optimismo, curiosamente impregnado de fatalismo y pasividad conformista (nunca he conseguido explicarme esa ambivalencia). Pero has tenido suerte, porque ella es más estable, fuerte y paciente que tú, aunque a veces la exasperes. Siempre ha estado a tu lado protegiendo tu fragilidad emotiva. Desde que la conocí, hace treinta años, siempre he sentido hacia ella un gran afecto, no sólo porque es tu mujer sino porque siempre la he sentido próxima. Por ejemplo, recuerdo el cariño que tenía a mi madre: la visitaba de vez en cuando, y cuando enfermó mortalmente la visitaba casi a diario. Esas cosas no se olvidan nunca. Ahora y desde siempre, cuando charlamos tengo la sensación de que nos entendemos, que nuestra manera de evaluar lo que tratemos en ese momento está en sintonía (sobre todo cuando te criticamos cariñosamente)…
23 MARZO 2009
© 2008 pepe fuentes