31 MARZO 2009

Hay un denominador común en la relación con mis amigos: siguen siéndolo (creo), pero ya sin apenas vernos. No sé qué pensar de la experiencia en mi –habitación de retratar-. Lo que empezó siendo una idea meramente fotográfica, una vez terminada y visto el escaso resultado «artístico» (quizá no podía ser de otra forma), se reconvirtió, después de dos meses de titubeos, en testimonio sentimental de la vida con ellos. Mejor así. Qué podría interesarme más? Unos supuestos retratos «artísticos», seguramente banales y olvidables, o unas fotografías que me permitieran dirigirme a ellos, no desde el «pretendido arte» sino desde la memoria (sospecho que una cosa no elimina la otra, o tal vez sí). El caso es que me ha salido así, y bien está. A pesar de que aparentemente sólo se trataba de unas fotografías a mis amigos, a las que después he añadido las cartas desde la memoria, a medida que iba escribiendo sentía una dificultad creciente que físicamente se manifestaba con una inconcreta sensación de ahogo. Pensé que tenía que ver con que me estaba saliendo una especie de testimonio final, de epílogo o despedida; algo así como –y cuando puso el punto final se murió– No, no quiero que sea así, de hecho me he dejado un amigo sin fotografiar y por lo tanto sin incluir en esta serie, y él también debe estar, así que lo demoraré un poco para que –el punto final tarde en llegar–