Veintinueve de enero…dieciséis horas. La tarde, aunque soleada, era anodina y aún tenía un halo de tristeza invernal. Noté al sol con poca fe en sí mismo. Me acerqué al río, el que diviso a lo lejos, desde el ventanal de mi estudio, el que da al este. Llevaba la cámara, pero también sin fe, como el sol (ni la cámara ni yo). Me paré alguna vez y fotografié los arbustos bajos que con el tiempo habían conseguido formas caprichosas pero confusas. A lo lejos, una figura muy tapada que se movía sospechosamente por un camino cercano poblado de charcos, barro y maleza; de pronto, cambió de rumbo y vino hacia mí muy decidida. Me sobresalté, y más aún cuando oí que me llamaba por mi nombre; antes de llegar supe que se trataba de P. un viejo conocido de la ciudad, ceramista, pintor y artista diverso e imaginativo. Nos saludamos, hacía tiempo que no nos veíamos.
1 ABRIL 2009
© 2009 pepe fuentes