Anduvimos juntos un rato por caminos que no llevaban muy lejos, pues acaban en el río y a partir de ahí, o lo cruzas a nado o te quedas a vivir en la orilla o te vuelves. Hablamos de lo que él hace (cosas de artista) y no de lo que hago yo; a él no le importaba demasiado saberlo y a mí que lo supiera. Le observé de reojo: –ha envejecido, me dije-, aunque me enfadé conmigo: –ya estas con tus mezquinas observaciones-. P. es un hombre inteligente y un buen artista, sus cosas tienen un valor indudable; además es listo y sabe manejar las relaciones, eso sí a escala local (supongo, porque su dimensión universal no la conozco). No creo que haya cumplido los sesenta años y ya ha recibido homenajes y ha realizado muestras antológicas, a escala provincial, según tengo entendido; aunque lo cierto es que quizá yo no esté al día del alcance de su fama, de hecho me cuenta que recientemente ha participado en una colectiva en Madrid. Detuvimos nuestra marcha y nos colocamos frente a frente a charlar, yo le miraba abiertamente, pero el esquivaba la mirada y no sé por qué; aunque creo recordar que nunca me ha tenido especial simpatía. Nuestra relación siempre ha sido de cortés frialdad.
2 ABRIL 2009
© 2009 pepe fuentes