En los autorretratos, no se trata mejor que a los demás; es inmisericorde consigo mismo, aunque también maneja el lado narcisista imprescindible para que un autorretrato sea verdadero. Supongo que ha tenido que contenerse para no mostrarse en más obras. Se gusta a sí mismo; si no, no le sería posible realizar el importante trabajo que ha hecho sobre sí y los demás. Se ama y se condena, pero, por encima de desgarros y titubeos, se bebe la vida con decisión, avidez y también con dolor. Merece capítulo aparte su proyección de fotografías y vídeo, con texto y voz del propio autor. El conjunto causa una impresión que sobrecoge por su sinceridad y su bella inclemencia. Su voz está a la inmensa altura de sus fotografías, porque llega de forma sencilla y directa, sin ambages ni adornos; sus palabras llegan con la misma calidad y textura que sus fotografías, sencillamente porque hablan de la Vida, de su Vida, y eso siempre se entiende muy bien. Las Vidas siempre se entienden; el «arte» no siempre.
«La fotografía es iconografía de muerte. Está en su naturaleza. En ella no somos como somos. Somos como éramos…
Alberto García-Alix