Sólo buscaba situaciones, digamos juegos de escenarios, combinaciones paradójicas y entretenidas. Lo demás me daba bastante igual. Empecé a tropezarme frecuentemente con un tipo maduro (más que yo), que fotografiaba muy concentrado con una cámara digital de objetivo aparatoso. Se apoyaba en las paredes y pasaba un buen rato aplicado en la tarea; supongo que encuadrando y exponiendo. Parecía que él si fotografiaba obras. Decidí seguirle a ver si aprendía algo y, además, porque siempre me han gustado mucho las historias de espías. Quizá no llegara a saber qué tipo de obras le interesaban (me traían sin cuidado sus intereses estéticos), pero me divertía ser detective un rato. Observé que en algunas galerías no sólo fotografiaba con interés sino que además hablaba con los encargados; me acerqué sigilosamente y pude oír que daba una dirección de correo.