Después de hora y media en el segundo lado izquierdo, recogí mis cosas y me dirigí a Cabezarados que sólo estaba a cuatro kilómetros. Eran las tres y media, había estado, entre los dos lados, cuatro horas deambulando, encuadrando y fotografiando, sin ningún sentido aparente, salvo uno importantísimo: vivir cuatro horas de mi vida haciendo algo que quise hacer. En el pueblo de curioso nombre me tomé dos cervezas y un inmenso bocadillo de atún enlatado, claro, y un café. Me costó 6,50 euros. Observé al tipo del bar, que parecía el amo: joven, gordo, mal vestido, pelo grasiento y que no parecía haberse duchado por la mañana. Hablaba toscamente de fútbol y toros con la clientela, que curiosamente se parecía mucho a él. No, no me gusta absolutamente nada la cultura popular. Me fui en cuanto terminé el bocadillo, también popular.
27 MAYO 2009
© 2009 pepe fuentes